domingo, 21 de marzo de 2010

Trabajo o mantenimiento.

Tal y como está planteado el mundo laboral existen básicamente dos tipos de trabajo: aquél que da réditos todos los meses y aquél que da réditos al terminar la obra.

Entre los primeros están las empresas de servicios básicos: electricidad, agua, medicinas, seguros, alimentación, telecomunicaciones (aunque éste último es cuestionable), etc... y que se debe aceptar por narices para sobrevivir o vivir con dignidad. Por ello, no hay más remedio que apechar con dichos gastos. Por tanto su rendimiento está asegurado todos los meses. La única variable es quizás la competencia, con una diferencia de precios que realmente no es tal, sino ganas de marear la perdiz.

Y entre los segundos, están todos los demás: construcción, diseño, creación, generación, montaje... Trabajos que necesitan nutrirse constantemente de proyectos y negocios para salir adelante. Esta estructura es su mayor debilidad. Pues llegará un momento en que, o bien ya no queden materias primas, o bien ya no se necesiten más productos, o bien se cubran todos los frentes disponibles sin haber lugar para más.

La conclusión es lógica: todas las empresas o negocios que se emprendan en la segunda clase, tenderán inevitablemente hacia la primera clase. Para ello se usarán las más variadas estrategias. La más común es la publicidad. Generar necesidad permanente de un producto, de tal manera que el negocio esté asegurado el máximo tiempo posible. Otra modalidad es el "mantenimiento", con todas sus sesudas variantes, estudios, técnicas, etc.

Creo que aquí es donde ha metido la zarpa la SGAE. Montárselo de tal manera que, se produzca o no, periódicamente se generen "beneficios" por algo que simplemente ya está "ahí". Como cobrar alquileres, y encima, de algo que no necesita "mantenimiento", como un tendido de electricidad, o una instalación de fontanería...

Yo soy electricista, y según el montaje de la SGAE, debería cobrar todos los meses de las instalaciones que voy realizando, por su "uso y disfrute" ajeno. A pesar de que me han pagado por ello, habría que definir dicho "uso y disfrute" posterior por parte del usuario final. Cuantas más instalaciones eléctricas realice, más sumará el montante mensual. Simplemente porque he diseñado la instalación, he pasado el cable por los tubos, he conectado y todo funciona. Los albañiles lo mismo: de cada casa que construyan, cobrar una cantidad al mes. Idem con los fontaneros, y tantos otros gremios.

Ya que nuestro trabajo es de fin de obra. Se puede argumentar que llegará un momento en que ya estará todo hecho, que no harán falta más electricistas, albañiles, mecánicos, etc., salvo los mencionados "de mantenimiento". (Y todos sabemos que dicha labor es, a veces, "motivada" por los propios operarios, provocando averías con las que justificar sus puestos de trabajo. Tengo la experiencia suficiente como para afirmar que los que están de "mantenimiento" son eso, unos "mantenidos". Enchufados, favoritos, amiguitos, familiares... y encima, en su mayoría, vagos y perfectos inútiles).

Pero noo, por Dios. Todos se echarían las manos a la cabeza. La cantidad de gente que viviría así sería tremenda. Las facturas serían de órdago. Los gastos se multiplicarían. Los bancos y las empresas no darían abasto...

Sin embargo, es algo perfectamente lógico: un pringado como yo, que ha pasado con esfuerzo cientos y cientos de metros de cable de 100, 150, 200 pares telefónicos, de 8, 16, 32, 64 o 256 fibras ópticas, los ha conectado, comprobado y garantizado, proporcionando así soporte a un montón de "negocios virtuales" de los de traje y corbata, con sueldos mucho mayores que el mío, ¿porqué debería sufrir en mis carnes el fantasma de la degradación social, en forma de paro, disminución de sueldo, pérdida de poder adquisitivo, etc.? Cuando ha sido gracias a mi labor que todos esos "vampiros sociales de altos vuelos" están donde están... es decir, sobre mí, para caer yo antes que ellos.

Y como yo, un albañil que ha construido la sede desde la que trabajan, un mecánico que ha montado el coche por el que se mueven, un peón que ha recogido la fruta de la que se alimentan...

¿Porqué debería sufrir el pobre albañil que ha levantado y lucido la pared del local donde se va a instalar la sucursal bancaria a la que va a acudir luego para pedir una hipoteca, se la concederán (si se la conceden) con condiciones leoninas y si no levanta suficientes paredes después donde sea, le van a dar una patada en el culo? ¿porqué ese albañil se puede quedar mendigando en la puerta del local mientras los tipos trajeados entran y salen con maletines llenos de dinero? Así me siento yo cada vez que entro en el futuro despacho de un alto ejecutivo a conectar las tomas de corriente, de antena, de teléfono... y en mis esporádicos días más oscuros y llenos de rencor y mala baba pienso: "ojalá le dé un calambrazo algún día, maldita sea".

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