viernes, 28 de enero de 2011

La muñeca de silicona.

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-¿Don Arturo Fantópera?

-Sí.

-Tenemos un paquete para Vd. Firme aquí, por favor…

Firmé y me hice a un lado. Metieron el enorme cajón en el vestíbulo. Tras darles una propina a los mozos, cerré la puerta y me volví despacio, con las manos en el pomo.

Por fin. Ya estaba aquí. Mi Dorotea. Mi dulce y paciente Dorotea, con sus enormes ojos azules, su delicada melena castaña, su leve sonrisa eterna… Me lancé a abrirlo a toda prisa de repente. Arranqué el embalaje, abrí con desesperación la tapa, rebusqué entre el relleno y… ahí estaba. La abarqué con suavidad por la cintura y la saqué de allí. Aún pesaba, para ser una muñequita. Pero me lo esperaba así, ya que el látex es mucho más pesado y sólido que la silicona. Además de darle un aspecto más natural y cálido, menos refulgente, según el catálogo.

Abrazada a sus rodillas, casi como un feto en el útero materno. Limpié el relleno y aparté el cajón. Fundas de plástico translúcido cubrían todo por separado. La llevé al salón y la deposité en el tresillo, tumbada de lado.

Despacito, muy despacito, empecé a desnudarla. Primero las manos, los brazos. El plástico protector no era una simple película tirante. Tenía un tacto como de seda gruesa y mullida, y lo rasgué con los dedos poco a poco. Salía una piel color café con leche apenas cargado. Incluso traía vello ralo y escaso en el antebrazo, algo que me llamó la atención cuando consulté los detalles, cosa que me agradó mucho. Las uñas, muy perfiladas, estaban sin pintar, un poco largas. Según parece, se podían cortar a voluntad, pero con cuidado, ya que lógicamente no crecerían. Incluso disponía de sus arcos de media luna en las bases. Los dedos, finos, delicados; las arrugas de los nudillos eran reales y con colores ensombrecidos…

Poco a poco, como un alumbramiento, fui desprendiendo la película. Un brazo y una pierna. La tumbé del otro lado, y desenfundé el otro brazo y la otra pierna. Extendí ambos en posición de sentada. Con igual parsimonia descubrí el torso: ombligo, senos, hombros… todo con zonas de pelusilla apenas perceptibles, alguna que otra arruguita, alguna peca, alguna estría, incluso cicatriz y una o dos varices. El hoyuelo en la base del cuello, donde empezaba el escote. Lo mejor fueron los pezones: sobre unos senos algo grandes para mi gusto, resaltaban dos pezoncitos muy traviesos, pequeños, oscuros y granulosos.

Ya sólo quedaba la cabeza. Y ahí cambié el simbolismo. De una membrana que cubre por completo a un recién nacido, pasé a un velo que se quita de la cabeza de la novia en una boda. Y a esta novia nunca le había visto la cara…

Una boca pequeña, unos labios pulposos y muy perfilados, una naricita respingona, y unos ojazos enormes de azul oscuro brillante parecían aguardar expectantes e inocentes a su futuro dueño… Las cejas eran de pelo más oscuro y recio, no afeitadas ni pintadas…

Extendí la copiosa melena parda, peinándola con los dedos a ambos lados. Un tacto sedoso, de cierto grosor rodante entre las yemas de aquéllos, nada artificial. No llegaba a cubrir los hombros.

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Me eché atrás para mirarla en conjunto. Corregí la posición de la cabeza un poco, y me regodeé largamente, hasta que retiré la vista con cierta vergüenza.

-Lo… lo siento, no me siento cómodo viéndote así… yo… eh… espera un momento, ahora vuelvo…

Cogí una manta de rayón, que tenía recogida por no saber qué uso darle, y la extendí por encima. Arrebujé sus contornos, despacito.

-Bueno, ya está. Mucho mejor así, ¿verdad…? Vaya, ¿qué es esto que tienes aquí en la nuca? ¿una válvula? A ver, discúlpame un momento, que voy a consultar en el manual… Vamos a ver… número 8, número 8… ah, aquí está: “Número 8: válvula de hinchado o deshinchado de los… los pechos, con conmutador independiente”…  ¿qué querrá decir esto último? A ver,  a ver… ah, vaya, según pone aquí, evita que si se presiona mucho un pecho, el otro se infle innecesariamente… er… jó… qué completa que vienes, ¿no…? “Atención: no sobrepasar los 1,5 bares de presión por pecho”… lógico… no querremos que estalles en plena faena, ¿no…? –reí sin ganas- bueno… yo… creo que lo dejaré así como está, me gustan así, justo así, sí… aunque un poquito más pequeños tampoco estaría mal… voy a deshincharlos un poco… a ver, a ver… así, un poquitín más… así, vale. Así me gustas más, estás más… en fin, más asequible, más creíble, más a mi alcance… Bueno. Empezamos.

Cogí una silla y me senté frente a ella, cachazudo.

-Buenas tardes… yo… bueno, me llamo Arturo. Arturo Fantópera… y… bueno, tú estás aquí porque… porque te he comprado y… –sacudí la cabeza –Dios, qué mal que ha sonado. Discúlpame, no pretendía ofender… En fin, que me llamo Arturo y… er… esto…

Me llevé ambas manos a la cabeza, y estuve así un buen rato, en silencio.

-No debería estar nervioso, pero lo estoy. Cuando decidí comp… eh, hacer tu adquisición, hace ya tres semanas, estaba mal, muy mal, y me dije que esto no lo podría superar. Tenerte aquí no me haría sentir peor, ya había tocado fondo… y a pesar de que me costabas un riñón y un ojo… oye, tiene gracia: a Adán le quitaron una costilla para formar a Eva, y a mí, un riñón y un ojo para disponer de tí… buh, qué malo… en fin, como iba diciendo, no tenía muy claro qué hacer contigo, ni cómo tratarte, ni nada de eso. No esperaba… bueno, miento, sí que lo esperaba, pero confiaba en que mientras te… mientras te montaban y te transportaban, me aclararía la cabeza… y no es así, sigo así de confuso.

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Me levanté precipitadamente, me fui a la cocina y volví con un vaso de agua.

-En fin, te llamas Dorotea. Dorotea Puig. El nombre tiene su historia, ¿sabes? Mira, colecciono cómics, ¿los ves? –señalé la estantería que cubría la pared. –Y una de las colecciones es “Pin-up”, en donde la protagonista es una mujer que se las ha visto muy duras de jovencita, cuando su novio se alistó en la marina de los EEUU a luchar contra los japoneses, y ella se quedó sola, sobreviviendo como podía. Esta muchachita cae en manos de un dibujante de cómics que necesita de modelos de carne y hueso para abocetar y sacar sus historietas propagandísticas para los soldados… Después de terminar la guerra, rompe con su novio y con el jefe, y posa para una revista de bondage… en fin, todo un homenaje a Betty Page. Y de ahí te he sacado el apellido: Page, Puig. El nombre es el de la chica de la serie, Dottie, así que lo he traducido y… bueno, te quedas con Dorotea… ¿te gusta…?

Guardé una pausa, perdiéndome en aquella cara inmóvil.

-En fin, ya ves que soy muy hablador… Normalmente no soy así, la gente que me conoce te dirá que soy todo lo contrario, pero… en fin, contigo puedo soltarme, no creo que se lo digas a nadie, ¿verdad? –sonreí. –Además, como tú no hablas, ya hablo yo por los dos.

Me levanté y me senté a su lado. Miré con detenimiento y de cerca su inmutable perfil. Tomé su mano con delicadeza y forcé su brazo para depositar un beso. Respiré hondo.

-Bueno, Dorotea… Se supone que debería ponerme al tema ya, y la verdad es que… nada me gustaría más que empezar, probarte… pero… ya… ya habrá tiempo de eso. Ahora sólo deseo… sólo deseo conocerte. No, no me consideres un caballero. Si me conocieras bien, y me conocerás, ya verás que yo de caballero no tengo apenas nada. En realidad, ahora estoy como frenado, porque eres toda una novedad en mi vida, en mi casa y quiero disfrutar a fondo. Ya habrá tiempo de… del sexo.

Pasé los dedos por su cara. Vello suave y corto hasta en los lóbulos de las orejas. Menudo detalle. De no ser por la piel excesivamente lisa y artificial en algunas zonas y por la quietud, casi podría estar viva.

-Mientras te esperaba, he ido elucubrando un montón de posturas, iniciativas, intenciones… pero cuando me dejaba ir, la imagen que más acudía a mis ojos era… era simplemente dormir entre tus brazos. Qué tontería, ¿verdad…? ¡Dormir en brazos de una muñeca de diez mil juros! Hay quien diría que es una buena inversión, pero… es lo que… creo que es lo que voy a hacer ahora… ahora mismo, Dorotea, mi Dorotea…

Me levanté, la cogí en brazos y la llevé al dormitorio.

-¿Te gusta…? Ya sé que no es gran cosa, pero es lo que hay. Ah, por cierto –abrí con el pie una puerta al lado –éste es el baño, por si… por si quieres hacer tus necesidades… Ponerte guapa no, porque siempre estarás guapa –sonreí con timidez. La deposité en la cama y extendí sus extremidades– En fin, no sé si pasará de esta noche, pero, con esos pechos tan tiernos que tienes, me gustará apoyar mi cabeza ahí y dormir sin más… lástima no oír un corazón debajo, eso ya sería demasiado, ¿no….? pero, en fin, oiré mis propios latidos e imaginaré que son los tuyos. Ahora discúlpame, debo lavarme los dientes…

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Me fui al baño, y volví al rato con el pijama puesto. La aparté de la cama, abrí la colcha y la deposité de nuevo, extendiendo sus miembros. Me tumbé de lado hacia ella, cubriéndola, y dejando la luz de la mesilla encendida.

-Dorotea… ¿no? ¿no te gusta…? Ah, menos mal… Oh, había pensado en Promethea, pero es demasiado mitológico, demasiado celestial… Es una de mis heroínas del cómic preferidas, junto con Devi, Ororo Munroe o Tormenta, Selina Kyle o Catwoman, Bélit, Red Sonja, Fénix o Jean Grey… pero todas ellas son… son demasiado… elevadas, son princesas, reinas, diosas, independientes… el sueño de todo friki que desea trascender y hacerse uno con sus sueños, pero yo no soy digno de ellas, sólo deseo estar a tu lado, al lado de una muchacha normal, a mi humilde alcance… Vamos, no te enfades… Sí, lo sé, sé que tienes un cuerpo perfecto, pero… ¿y tu voz? ¿y tu respiración? ¿tus movimientos? tu opinión, tus gustos, tus manías, tus habilidades, tus torpezas, tus risas… Dios, tus risas… eso es lo que más echaré de menos en tí, Dorotea, mi Dorotea… En fin, todo eso ya irá surgiendo con el tiempo.

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Me arrebujé más contra ella.

-¿Que porqué me he decidido por tí…? Eras la que menos cantaba de todas las del catálogo. Las demás eran todas demasiado llamativas para mi gusto… ¿Eh..? Ah, te refieres a eso…. Pues… no sé… supongo que por mi forma de ser, por mi físico, que las espanto a todas… No, ahora en serio, he tenido muy mala suerte. No te imaginas cómo está el percal por aquí. De difícil, de escaso, de duro. Muchísima competencia. Sí que hay mujeres por aquí, pero pocas. Y las que hay, o están emparejadas, o acaban de romper y no quieren saber nada, o son lesbianas, o no me siento a gusto con ellas… con las pocas que he tratado, la verdad, porque uno es tímido y apocadito, y no se relaciona casi nada… y he tenido que recurrir a profesionales, pero… puestos a gastar el dinero, he preferido probar contigo, así tengo a alguien en mi casa, alguien que sé que me espera, alguien a quien cuidar… Qué cosas, es como la versión adulta y masculina de las casas de muñecas con que jugaban las niñas cuando yo era pequeño…

Guardé una larga pausa, mientras me recreaba en aquellos grandes ojos.

-En fin, me espera una desilusión morrocotuda, ya lo sé… pero mientras no me salga de la realidad y me ciña a las expectativas, creo que todo irá bien.

Para Leer Despacio: Tristeza pública.

Normalmente mis tristezas y malos ratos los paso en privado. Pero hoy no. Hoy quiero volcar aquí el barril de denso, grumoso y maloliente aceite que se llena cada cierto tiempo.

Empieza poquito a poco. De forma imperceptible, ya que si lo notara, me pondría en guardia al momento, con las romas e imperfectas armas de que dispongo.

Crece, se retuerce, colándose poco a poco entre mis entrañas, como un gusano de plomo que se apodera de ellas y las exprime latido a latido.

Y cuando ya ha crecido mucho, ha completado su ciclo de vida parásita, entonces se suelta entre abundantes líquidos y dolores varios…

… pero no antes de dejar el huevo para el siguiente, ahí, recóndito, escondido, imperceptible.

gusano

 

Cualquier cosa que mire, cualquier cosa que haga, cualquier iniciativa que tome está empañada, robotizada, disminuida, ajena a mí.

De la misma forma que existe la luz, debe existir la sombra, sí. Pero lo que siento ahora no es ni una cosa ni otra. Y muchas veces me siento bloqueado, incapaz de tomar una dirección, porque la niebla gris que me rodea es sólida, pese a que no pueda tocarla.

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“Noviembre es un mes tristísimo”, empezaba Marina Mayoral uno de sus más emotivos artículos. Calaron muy hondo en mí lo que venía a continuación. “¿Esto significa que los novembremvinos (nacidos en noviembre) somos tristes…?” me pregunto cada vez que estoy así y evoco lo que me despertó ese artículo.

En fin… esto es todo por hoy. Gracias por ser partícipes y leerme. Mañana más (y espero que mejor).